Frases de El Gran Gatsby

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El Gran Gatsby es una novela en 1925 escrita por el autor estadounidense Francis Scott Fitzgerald, considerada por muchos críticos como una de las mejores novelas escritas.

En la novela se hace referencia al joven millonario Jay Gatsby, su pasión quijotesca y la obsesión por la hermosa ex debutante Daisy Buchanan.

Los principales tópicos explorados por esta obra son la agitación social, los excesos, la decadencia y el idealismo, entre otros. Sin duda, es la gran maestra de Fitzgerald.

En su año de publicación (1925), no fue un éxito de ventas, solo se vendieron 20.000 copias. Sin embargo durante la segunda guerra mundial experimentó un ascenso, con numerosas adaptaciones teatrales y cinematográficas en las décadas siguientes.

A continuación seleccionamos algunas de las mejores frases del gran Gatsby.

Ninguna cantidad de fuego o frescura puede ser mayor que aquello que un hombre es capaz de atesorar en su insondable corazón.
Lo vi abriendo un cofre de rubíes para aliviar en las profundidades de su fulgor carmesí el dolor de su corazón roto…
Supongo que tienes que convertir tu casa en una pocilga para tener amigos…En el mundo moderno.
El caso es que da fiestas muy concurridas. Y a mí me gustan las fiestas con mucha gente. Son muy íntimas. En las fiestas con poca gente la intimidad es nula.
Y entonces, gracias al sol y a los increíbles brotes de hojas que nacían en los árboles, a la manera como crecen las cosas en las películas de cámara rápida, sentí la familiar convicción de que la vida estaba empezando de nuevo con el verano.
Eran las nueve de la noche; al poco rato miré el reloj y encontré que eran las diez.
(…) James Gatz era víctima de un mundo al que no pertenecía: ricos, seres descuidados e indiferentes, que aplastaban cosas y seres humanos, y luego se refugiaban en su dinero o en su amplia irreflexión.
Cada noche aumentaba la trama de sus fantasías hasta que el sopor ponía fin a alguna escena especialmente viva con un abrazo de olvido.
Es una gran ventaja no beber entre gente que bebe mucho. No hablas de más y en el momento oportuno puedes permitirte alguna irregularidad menor pues todos están tan ciegos que ni se dan cuenta o no les importa.
Se fueron, sin una palabra, excluidos, convertidos en algo insignificante, aislados, como fantasmas, al margen, incluso, de nuestra piedad.
(…) Era un don extraordinario para la esperanza, una disponibilidad romántica como nunca he conocido en nadie y como probablemente no volveré a encontrar.
Ven a menudo…, ay, cómo juntaros. Ya sabes…Encerraros sin querer en un armario, o lanzaros al mar en un bote, cosas así…
Ha sido…Simplemente asombroso. Pero he jurado no decírselo a nadie, y aquí me tienes, tentándote con lo que no puedo darte.
La ciudad vista desde el puente de Queensboro es siempre la ciudad vista por primera vez, virgen en su primera promesa de todo lo misterioso y maravilloso del mundo.
Tenemos que aprender a demostrarle nuestra amistad a un hombre cuando está vivo y no después de muerto.
Me alegro de que sea niña. Pero confío en que sea tonta… Lo mejor que le puede pasar a una niña en este mundo es ser una hermosa tontita.
La gente desaparecía, reaparecía, hacía planes para ir a algún sitio, y entonces se perdía, se buscaba, se encontraba a un metro de distancia.
Aprendamos a mostrarle nuestra amistad a un hombre cuando está vivo y no después de muerto.
Su corazón se hallaba en constante y turbulenta agitación, temperamento creador, tenía un don para saber esperar y, sobre todo, una romántica presteza; era la suya una de esas raras sonrisas, con una calidad de eterna confianza, de esas que en toda la vida no se encuentran más que cuatro o cinco veces.
Se necesitan dos para que haya un accidente.
¿No os pasáis el año esperando la llegada del día más largo y luego, cuando llega, ni os dais cuenta?
El hecho de lograr arrancar rumores de aquéllos que encontraban poco sobre qué murmurar en este mundo, era el mejor testimonio de la especulación romántica que inspiraba.
No hay fuego ni frío que pueda desafiar a lo que un hombre guarda entre los fantasmas de su corazón.
Había hecho un largo camino (…) y su sueño debió de parecerle tan cercano que difícilmente podía escapársele.
Son unas camisas tan maravillosas -sollozó…Lloro porque nunca había visto unas…Unas camisas tan maravillosas.
Me gustan las fiestas grandes. Son tan íntimas. En las reuniones privadas no hay ninguna intimidad.
Era una de esas raras sonrisas capaces de tranquilizarnos para toda la eternidad, que sólo encontramos cuatro o cinco veces en la vida.
(…) Había en Gatsby algo magnífico, una exacerbada sensibilidad para las promesas de la vida, como si estuviera conectado a una de esas máquinas complejísimas que registran terremotos a quince mil kilómetros de distancia.
Cuando sientas deseos de criticar a alguien recuerda que no todo el mundo ha tenido las mismas oportunidades que tú tuviste.
No es que me hubiera enamorado, pero sentía una especie de curiosidad, de ternura.
A la vida se la observa mejor desde una sola ventana.
¿Te has enamorado de mí? -me dijo al oído-. Si no, ¿Por qué tenía que venir sola?
No juzgar es motivo de esperanza infinita.
Entonces viví como un joven rajá en todas las capitales de Europa: París, Venecia, Roma, coleccionando joyas, principalmente rubíes, practicando la caza mayor, pintando un poco, exclusivamente para mí, e intentando olvidar algo muy triste que me había pasado hacía mucho tiempo.
No hay conclusión igual a la conclusión de una mente simple.
Aunque no estaba propiamente enamorado, sentía una especie de tierna curiosidad.
No deseaba más excursiones desenfrenadas y con derecho a privilegiados atisbos del corazón humano…
Unas emociones tras otra aparecían en su cara como objetos en una foto que se va revelando despacio.
Existen tan sólo los perseguidos y los perseguidores, los ocupados y los ociosos.
(…) Sólo estaba improvisando, pero desprendía una calidez excitante, como si su corazón quisiera escapar y entregarse oculto en una de aquellas palabras entrecortadas, perturbadoras.
Estaba dentro y fuera, a la vez encantado y repelido por la inagotable variedad de la vida.
¡Había tanto que leer, por una parte, y tanta salud que aspirar del aire nuevo y vivificador!

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